Esta
es la historia de Martín, un adolescente de 16 años que sufre como
otros tantos adicción a los videojuegos.
Todo
empezó un día en el cuál sus padres le compraron una consola para
pasar el rato, aparte de salir y divertirse con sus amigos. Esto fue
con 13 años, nadie se pensaba que Martín, después de 3 años,
llegara a tener esa dependencia tan fuerte a los videojuegos.
Como
se ha mencionado anteriormente, es una enfermedad que sufren muchas
otras personas ya sea debido a una causa del exterior que le afecta o
simplemente sea porque le apasiona. Pues bien, Martín se pasaba
jugando como mínimo unas 12 horas diarias a la consola, jugando todo
tipo de videojuegos, aunque había uno al que realmente jugaba más
que a los otros. Ha habido días en los que ha llegado a pasar 18
horas pegado a la tele en su cuarto, sin importarle las consecuencias
que esto conlleva.
Sus
padres empezaron a tomar medidas y buscaron ayuda en psicólogos que
los aconsejaran para tratar de parar esta adicción. Los psicólogos
intentaron remediar este problema simplemente hablando con él, no se
esforzaron mucho y quizá no le dieron la importancia que se merece
este tipo de problema.
Pasaban
los días y Martín seguía jugando hora tras hora a videojuegos con
sus otros 4 amigos que también tenían esta adicción, muchas veces
se saltaba hasta las horas de comer por tal de “divertirse”. Era
como si la pantalla y la consola en sí lo hubieran absorbido y lo
hubieran llevado a un mundo en el que solo tienes ojos para esas 2
cosas. Lo extraño era que la relación con los padres era todo lo
buena que podía ser en este caso, hablaba con ellos y se comunicaba,
es decir, él parecía llevarlo bien independientemente de que fuera
o no así en realidad. Lo más grave de este caso puede ser que fuera
que no salía a la calle para nada y de vez en cuándo salía de su
cuarto, pero muy poco rato, para luego volver a entrar a viciarse.
Llegó
el esperado día, los padres llevaban tiempo meditándolo y
finalmente lo llevaron a cabo.
Le
tendieron una “trampa” para que saliera a la calle aunque sólo
fuera un rato a la calle, para que viera mundo, que recuperara
recuerdos de cuando salía, básicamente para abrirle los ojos de
nuevo y para hacerle ver cuál es la vida real y el día a día.
Martín
no estuvo mucho tiempo en la calle, no más de una hora, pero esa
hora hizo de nuevo “click” en su mente, se dio cuenta que
realmente él tenía un problema grave, fue razonable y se dio cuenta
que las cosas no podían seguir así, necesitaba un cambio en su
vida, tenía que deshacerse de lo que lo retenía en su cuarto,
haciéndolo sentir preso de la consola.
Al
llegar a su casa, habló del tema con sus padres, y a pesar de que no
iba a ser fácil dejar la adicción, lo iba a intentar y de hecho, él
estaba convencido que la iba a superar, aunque eso no quita que
cuando tuviera ganas jugara un ratito.
Se
conectó con sus amigos, pero esta vez había algo en Martín
diferente, no se había conectado para jugar con sus amigos, sino
para abrirles la mente y hacerles usar la cabeza, que solo eran unos
videojuegos que están bien para pasar el rato, pero no para pasar
toda una vida delante de ellos. Trató por todos los remedios
hacerles saber que la vida real está ahí fuera, en la calle, donde
podemos aprender millones de cosas y en general, ser personas.
Los
amigos se quedaron extrañados, creían que Martín se había vuelto
loco sin saber que los locos eran ellos. No le dieron importancia a
sus palabras y dejaron de hablar con Martín para siempre.
Martín
perdió 4 amigos, pero ganó todo una vida llena de objetivos,
inquietudes, ilusiones, muchos amigos que puede conocer en un futuro,
pero sobretodo, ganó una batalla importante en su vida, y esta fue
que puso la razón por delante de lo que suscitaba algo en él,
haciéndonos ver que siempre hay que tener en cuenta lo que
verdaderamente nos viene bien.
Ya me dirás qué tiene esto de micro ensayo y, sobre todo, de filosofía. Si no lo tenías claro al menos podrías haberme pedido consejo
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